martes, 31 de mayo de 2011

domingo, 22 de mayo de 2011

Memorias

         Competencias placenteras. Acaricio el libro que está sobre el escritorio. El sentido del tacto trae consigo a los más bellos recuerdos. Las páginas que rozo son unas de las tantas que me han construido.  Muchas palabras todavía siguen ancladas en mi sombra.
Retrocedo años  y escucho los libros que jamás me leyeron antes de irme a dormir,  además me veo dentro de la librería del barrio. Sujeto a  mi  mano derecha,  papá dialogando con el vendedor. Parecían charlas infinitas, pero el  tiempo nunca  alcanzaba para decidirme que libro escoger. Así pasaban los sábados por la mañana, hasta que un día  no tuve que ni abrirlo para enamorarme del mismo. La tapa me había atraído,  a tal punto que lo guarde en el bolso sin avisar. El consciente despiste dio paso  a la travesura.   Ese mediodía había sido la primera y última vez, que robara   algún libro.
Las imágenes de la primaria se transforman en  las viejas cintas de colores; el rojo era para los grados inferiores, luego le seguían el azul, verde y amarillo. La lectura  se  iba  incorporando a los recreos.  Las poesías ocupaban el  espacio privilegiado. Las novelas  se extendían a los fines de semana.  Así se llenaban las fichas, para luego entregarlas a  la bibliotecaria, Josefina. Algunos alumnos, como lo fui yo, lograban establecer una noble amistad con ella.  Los beneficios se plasmaban sobre las fechas de entregas, la cantidad de libros retirados y las rateadas durante las clases de Ciencias Naturales. 
No puedo asegurar si leí todos esos libros que había pedido durante esos 7 años. Pero un día se entregaron los premios a los alumnos que más habían leído. La sorpresa  se instaló. El dictamen de la señorita exclamaría mi segundo  puesto.  Así concluí dicha etapa. La adolescencia traería otras búsquedas.
Desde Avellaneda, se percibía los ecos de la ciudad. El monstruo  de la avenida de libros no dejaba  de pisar fuerte. Corrientes fue mi nuevo hospedaje literario. Las tardes se consumían entre autores conocidos y las tapas que, otra vez, me atraían. Entre ofertas, por diez pesos lograba comprar hasta  seis obras. Contenta regresaba a casa para ordenarlos.
Los tablones, a veces,  no resistían el peso de la miríada de textos.  Era una ardua tarea conseguir la estabilidad. El orden no alcanzaba una vida de tres días. Sin embargo, siempre se mantenía la división entre los viejos y nuevos.  Aunque las delicias se escondían  debajo de la cama. Allí estaban  los autores con  los que había conformado una amistad. Creo que el calificativo de genialidad  no abarcaría ni un centímetro de sus personalidades, en especial la de Roberto Arlt. Con él era un amor platónico, pero los escalofríos, alegrías, complicidades y otros sentimientos  eran verdaderos al leerlo.
La biblioteca  sigue ubicada  en la pared opuesta a la computadora. Siempre percibí una lucha de energías y espacios. Pero sé bien que no me puedo despegar del libro como objeto tangible.  Cargo con necesidades afectivas, más allá de las supuestas comodidades tecnológicas.
  Por otro lado, en varias ocasiones he recibido la espalda.  Decenas de obstáculos se fueron presentando en la lengua misma. Algunas páginas se borraron durante las  lluvias. Muchos nudos no se llegaron a resolver. No obstante, sigo apostando a  las propias sorpresas de la lectura.  
Deborah Valado
 


lunes, 2 de mayo de 2011

Exposición : "ALLÁ EN LA CAMPAÑA" DEBORAH VALADO


Facultad de Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires) Fotogalería 2011: 

Exposición: "ALLÁ EN LA CAMPAÑA" DEBORAH VALADO 

Nueva Sede. Santiago del Estero 1029. Planta Baja.
Desde el 2 al 20 de mayo.
De lunes a viernes de 9:00 a 21:00 hs.  Sábados de 9:00 a 15:00 hs.
Entrada libre y gratuita.




Ph: Deborah Valado (2009)