viernes, 25 de enero de 2013

Pregunta


Un hombre nos preguntó

qué era la poesía,

algunos contestaron que era

el canto del alma,

otros dijeron que era

la constelación de vocablos

que Dios nos regalaba,

yo afirmé que era

el vuelo de mis alas. 

Deborah Valado // Mayo 2012

martes, 8 de enero de 2013

Otoños


Habían otoños que nos parecían

más tristes

para así tener excusas de

pedir a gritos un abrazo

y sentir lo inconmensurable.



Del árbol se desprendían

los amores perdidos,

los recuerdos

de las viejas estaciones de tren,

los viajes al interior,

la intensidad de la fogata,

las chispas,

el algarrobo,

las hojas con las que

jugábamos

entre la bocanada,

la neblina,

el aire frio,

los labios secos.



Nuestra casa, por la mañana,

era el lugar de

la perra,

la luz de sus cachorros prendidos

de sus pezones,

el chocolate caliente,

las galletitas,

las manos que se frotaban frente

a la estufa.



Arduo fue  regresar de la escuela,

ese día,

la llovizna raspaba mi rostro,

el viento congelaba los pasos,

necesitaba más abrigo,

ansiaba unas caricias

ya que, otra vez, mi cuerpo se daba cuenta

del real otoño,

del húmedo abril en que

papá abandonaba la casa

por su amante de luna llena.




Deborah Valado // Marzo 2012 

jueves, 3 de enero de 2013

Departamento 6 º B



Patricio había encontrado la guitarra  que tanto anhelaba. Era la indicada para él. El aviso publicado en la página más visitada la resaltaba con un brillo espeluznante. Hizo click en la oferta, se quedó esperando la confirmación de la compra, anotó la dirección, buscó el dinero, se cambió, tomó un taxi  hacia  el correspondiente destino.
“Departamento 6 º B”, decía el papel. Patricio tocó el timbre, alguien atendió el potero. Se abrió la puerta y entró al edificio.  Al final del pasillo, detrás de la escalera, estaba Fernando.  Él no vendía guitarras, tenía la manía de burlar la  creencia en el sistema cibernético. Lo sorprendió de atrás con un mazazo, lo encapuchó y lo arrastró hacia el sótano. El último grito fue comido por las antiguas paredes. Ningún oído se prestó a la escucha.  
Fernando tiró el cuerpo muerto contra la chimenea. Lo  encerró. La perversión sólo dejó las cenizas.  

Deborah Valado //  Enero 2012