martes, 16 de julio de 2013

La claridad en la infancia oscura

Estaba allí, entre el mundo
de las plegarias ajenas y aquel
que anhelaba.
"Adiós", le susurró el diablo. 
De sus ojos creció un hilo de luz,
era el resplandor de la vibración del alma,
al fin se liberaba 
el canto de su verdadero mutante ser. 

Deborah Valado // Mayo 2012

lunes, 8 de julio de 2013

Se van mis 26

Se van mis 26, atravesados por : recuerdos, vidas, apuestas, nuevas oportunidades, decepciones, errores, aciertos, intuiciones, deseos, caprichos, amores, desvelos, honestidades, mentiras, fraudes, traiciones, desgarros, afectos, contenciones, ambiciones, palabras, silencios, jugadas, sueños, noches, tardes, paseos, encierros, escritos, escapadas, tolerancias, ataques, iras, desprecios, amistades, estudios, fotografías, músicas, libros, virtualidades, desengaños, engaños, flores, primaveras, ardores, pasiones, erupciones, vuelcos, firmezas, convicciones, comidas, solidaridades, políticas, militancias, delirios, vigilias, ensoñaciones, paces, ruidos,  espejismos, recorridos, moderaciones, contradicciones, morales, confianzas, sinceridades, borracheras, persecuciones, celos , diversiones, aventuras, locuras,  llantos, risas, angustias, muertes, alegrías, fuerzas, bellezas, desganos, indecisiones, presiones, decisiones, libertades.
En fin, una lista de palabras que se suman a otras perdidas entre las nubes de los recuerdos. Siempre me digo: “lo vivido y lo negado hacen este presente”, más allá del mismo no se vive y sin embargo, muchos fantasmas ,del ayer y del mañana, están cantando canciones para que baile. ¡Basta! No quiero escuchar más que el silencio de las sirenas que llegan al otro lado del mar. 

Deborah Valado // 8 de julio de 2013

miércoles, 3 de julio de 2013

Paseo en moto



Nunca antes se había subido a una moto. Más allá, que la adrenalina de la velocidad cosquilleaba su lado curioso, estaba, de ante mano, aterrada. Pero no podía negarse a ese paseo. A penas, él la invitó,  sin  pensarlo, aceptó con su siempre balbuceante sí.

Respiró, tratando de reproducir las técnicas que su profesora de yoga le había enseñado, sin embargo, el aire nunca le llegó al diafragma. Lo miraba y le sonreía. A esa hora, la sonrisa nacía de los nervios y de los varios vasos de cerveza que habían compartido. Cuanto más se proponía disimular que él ya la había atrapado de punta a punta, más entorpecía sus gestos. 

Él le entregó el casco, le indicó cómo debía ponérselo y abrochar los precintos de seguridad. Mientras ella hacía peripecias para ajustárselo, él se encendió un cigarrillo.  El humo la envolvió con recuerdos de aquella noche  cuando se habían conocido. Jamás hubiera imaginado que a la vuelta de su casa vivía el hombre que idealizaba como perfecto. Unas palabras, en la parada del colectivo,  habían bastado para que se intercambiaran sus números de teléfono.  

Tiró la cerilla, con su alpargata izquierda la aplastó. La invitó a subirse sin miedo. El viaje aún era incierto. Él, tal vez, lo único que quería era llevarla a su casa para que los cuerpos se encendieran con el fuego del sexo. Ella, tal vez,  se ilusionaría con espumas de amor.  

Deborah Valado //  3 de julio de 2013