Luna llena. Aunque parecía estar cubierta de un gran raspón. Podría haber sido mi culpa instalada en ella. O tal vez, trocitos de errores. La neblina también ocultaba la ciudad. La llovizna no quería salir de paseo. Pero nosotros sólo caminábamos ante el arte de jugar como niños.
Cuarto menguante. El astrólogo lo predecía, sobre algún tiempo todo acabaría en el mismo lugar. El punto era invisible. Sin embargo, nada podía ser borrado. Tendría que haber sido un perfecto misterio. Pero no. Era la vida vestida de saco y corbata. Elegante sin argumentos previos ni futuros. Yo no sabía. Aquel señor de memoria ejemplar lo había dicho. Evocaba sus pasos tal cual serían los míos. Ningún enigma. La luna padecía los secretos; el sol conjeturaba ser el Díos de nuestros hechos. Así se complementaban hasta otro amanecer. Nadie imponía los límites de cada acto. La suerte poseía esa intuición. Estábamos regidos por todas las estrellas y sus complementarios signos malignos. El alma del cielo conjuraba la verdad sobre nuestro cuerpo; nos enceguecía.
Luna nueva. El desequilibrio de las fuerzas terminó provocando un cortocircuito. Algo no habría caído en su sitio correcto. La tensión disparó contra los ideales ajenos. Los rayos descosieron las texturas internas. Comenzamos a vernos. Fuimos retrocediendo la película. El mar contrastaba la huída de nosotros. Luego del río, las barcas perdieron su timón. Los lugares habían quedado sin nombres. Allí despertamos del liquido amniótico. El resto se iba convirtiendo en alguna fantasía.
Quinto octante. La revolución comenzaba entre gritos. La historia estaba asomando la metamorfosis de otra carta. La claridad era neutra. Pero no la esencia.
Luna llena. Creamos otros personajes. Los poetas malditos habían descendido para llegar al puerto de negaciones. En ese momento la historia pisaba tierra. Nuestros lápices eran los autores de las nuevas o viejas tragedias.
* Reversión de "Círculo Vital" ( http://www.bibleduc.gov.ar/areas/sub18/detalle.php?id=341 ) ( Deborah Valado -2005)