miércoles, 26 de octubre de 2011

¿Vos estás?





¿En quién pienso mientras tanto?


Dejo pasar los aviones,


espero otros sabores.


No retengo tus dilemas,


los próximos paseos


ya no hablarán.


Ahora las palabras se


desencadenan para


prosperar la salida del sol.


Anoche los árboles desaparecieron,


hoy las sombras deben ser propias.


Te pregunto para no


ausentarte del diálogo.


Las formas irónicas forman


puentes desviando


la trama real,


¡a veces vos también


te equivocas de humor!






Deborah Valado //2008

martes, 25 de octubre de 2011

Revista: Revolver de Nectar





TAPA del nro 1 de Revolver de Nectar, que sale ya –el 1 de noviembre- !!!! La misma va a ser vendida por artistas en distintos espacios urbanos.


Más info en: revolverdenectar.com.ar

jueves, 20 de octubre de 2011

Acerca de vos...


Esa risa, tu risa. La escucho intermitente, la percibo muy cercana, aproxima tu deseo, rivaliza mis debilidades, esconde tu ferocidad, sacude las hojas secas, devela tu disfrute, quiebra la comodidad, dibuja suavidad, extiende tu cuerpo, recrea complicidades, omite franquezas, edifica hipocresías, circunda mis pecados, incomoda a la especie, enciende la ira de los monjes, asfixia la calma, invita a una fiesta de burbujas, escapa al beso, imita a los burgueses, siembra lo artificial, presencia temores, envuelve a la noche, demuele muros, apesta los velorios, compra a las señoras, sobrevive ante las angustias, acelera mis pulsiones, irrita al amanecer, estropea a la soledad, maldice a la sombra, dialoga con los necios, funda el terror, discute con los soberbios,  disgusta a los moralistas, desorienta mis impulsos, figura alegrías,  protesta ante los señores, define tu alma envenenada, disfraza tu ego, congenia con los niños, ignora el conflicto, canaliza tu timidez, esclaviza mi atención. 

Deborah Valado // Septiembre 2011

lunes, 17 de octubre de 2011

Contra la corriente


Verborragia de fin  y principio de siglo. Entre el caos del encierro, Calamaro  volcó  sus 103 temas  en el primer box quíntuple de la historia del rock nacional.  Contra todas las expectativas del mercado discográfico,  “El salmón” se instaló en las bateas.   Las sesiones fueron sin horarios . La mayoría de las grabaciones fueron caseras,  realizadas en un portaestudio.  Las canciones tenían que plasmarse antes que se las robara el viento. Así, Andrés sólo se desvivía para componer  y grabar entre Buenos Aires y Madrid contando con la principal colaboración de su camarada, El Cuino Scornik.   
“El salmón” podría catalogarse como la creación a modo de protesta de un mundo  banalizado. Ante ese contexto,  Calamaro se resguardó en  su arsenal de canciones. Sus  influencias, tales como las películas   “Pánico y locura en las Vegas” y “Apocalipsis Now”, enfatizaron  su estado épico y bestial.
 Los cinco dedos, tal como los denominó  Calamaro a cada uno de los discos, son las nuevas  grabaciones encontradas del año 2000. Son una especie de  compilación que  reflejan  al artista.  Así, se  desnuda  destacablemente en sus facetas de compositor y productor.
Ya no son, sólo,  temas dedicados a sus  mujeres. Ahora, además, habla de ellos, los músicos  que como él  tienen  al rock encarnado en las venas. En “Somos feos” parece  disculpase  ante esa forma de vivir,  se justifica a través de las canciones, las cuales quieren darlo a conocer una y otra vez.  
Juega con la voz, con  los hits veraniegos, las poesías más íntimas y violentas. Ambiciona  a todos los  ritmos, tales como  el  rock and roll en su estado más puro, el pop, el tecno, el folklore, el mambo, el tango  y hasta en tono burlesco se acerca al metal en “Metálico Cha-cha”. Asimismo,  quiere darse todos los gustos posibles, es así que hasta vuelve a interpretar  “No se puede vivir del amor”.  A eso le sigue una larga  lista de covers de los Beatles, Yupanqui y  Discepolo entre tantos otros. 
En el desorden se encuentra oculta una  sintonía de mucho rock  de guitaras por sobre todo. No hay  pasos precisos para escuchar todo el box. Tal vez,  escucharlo de un solo tirón podría causarnos la sensación de asfixia. Por las dudas, es mejor irlo picando de a poco. 

Deborah Valado // 2008 

domingo, 16 de octubre de 2011

Los Gardelitos



Ph: Deborah Valado // Estadio Malvinas Argentinas - 2008 
Es que nadie cree en mi canción, es que nadie espera nada de mí.Todas
estas mierdas me hacen pensar que Dios me olvidó. Y por eso es que quiero
abrir mi cuerpo a las lluvias tibias del camino aquel, donde mueren estos
negros pensamientos, donde nace el viento de la libertad. Uhu, libertad...

miércoles, 12 de octubre de 2011

Rutina


                   Escucho la alarma del celular,  detrás de las cortinas percibo que  llueve.Abro los ojos, lo primero que veo son las teclas casi rotas, las presiono y vuelvo a encerrarme en el sueño. Me imagino las actividades pendientes que me esperan y ya desespero. Trato de focalizar la mente en aguas termales, en playas paradisíacas, pero nada, absolutamente nada, me extrapola de la rutina. Resignado salto de la cama. Voy directo al botón de encendido de la notebook, lo aprieto y recién al ver los primeros caracteres emprendo camino al baño.
                   Dichas acciones se  reiteran a lo largo de toda la semana. Ya no me cuestiono sí están bien o mal, sólo las hago como parte del sistema en el cual habito. Difícil sería escapar de las mañanas si quisiera ser un hombre respetable de oficina. Difícil sería que no sintiera  hastío y no lo camuflara en billetes de colores. 

Deborah Valado // Octubre 2011

lunes, 3 de octubre de 2011

Parque




Viernes 25 de Octubre del 2007. 10 de la mañana. Cielo despejado, fuertes rayos de sol.  Parque  Rivadavia, miradas, en principio,  desde la  Noria Histórica, glorieta para el vulgar decir.
En el banco de cerámica de la glorieta: dos señoras conversando. La de la derecha: descalza, reposando los pies sobre las plantillas. Al lado, las zapatillas deportivas de cuero blanco con cordones desatados. Tiene pelo corto, ondulado y teñido de tono caoba. Está con una musculosa blanca y short azul. Habla acompañada de continuos gestos con las manos. La de la izquierda: rubia, cabello hasta los hombros, bincha negra de hilo fino, músculo negra de morley, jogging verde, campera sobre la falda, zapatillas deportivas con resortes naranjas, de cuero blanco y detalles negros de tela.
–Pensaba en los chicos... – comentó la rubia. No tuvo respuestas.
La glorieta está bien cuidada: pared pintada de blanco, sin ninguna mancha ni escritura, ni rajaduras; las baldosas parecen enceradas,  alrededor no hay ningún papel tirado, ni hojas de los árboles más cercanos. Todo impecable está tal como el resto del parque. El costado del  escalón, donde estoy sentada, se recubre de chapa, el suelo es de piedritas naranjas, tierra y arenilla colorada.  La placa de bronce que está sobre la glorieta informa que fue convertida en fuente en el año 1928. Se escucha el agua que corre por una canilla de la misma.  La fuente tiene agua limpia, fondo sin basura, pintada por dentro de celeste, afuera blanco. Sobre la pared del lado de la fuente, arriba hay un  hornero, un farol, debajo un bronce de la fisonomía de un león con una canilla,  hay otras 8 canillas, pero sólo sale agua del costado de la pileta más chica.
Por el paseo del centro circular de cemento: una mujer camina despacio, detiene su mirada en el árbol, sigue su camino. Un hombre trota con auriculares puestos, gorra blanca, short azul, zapatillas “Toppers” y musculosa amarilla.
La mujer de al lado se retira, queda la otra sola.
Adelante, en diagonal, el monumento al General Simón Bolívar. Pasa una chica con la bicicleta en la mano, se acerca al bebedero  de cemento del costado de la glorieta. Sale poca agua, parece que la canilla está oxidada. Pasa una anciana del brazo de una mujer mucho más joven, en dirección opuesta una mujer que lleva un bebe en el changuito.
Al costado izquierdo de la glorieta, a unos 10 metros: una palmera, grandes hojas verdes y tronco bastante rajado, debajo un banco donde la sombra resguarda a dos chicas que conversan. Del otro lado: un puesto  de garrapiñadas junto a un kiosquito mediano. Están  cerrados. Son de chapa pintada de verde, tienen cadenas que lo rodean y  4 ruedas de goma gastada.
Notas generales: canto de pájaros, gente haciendo ejercicios, zapatillas deportivas, lentes, chicas sentadas tomando sol, bancos de cemento, flores de varios colores, toallas, mujeres caminando.
Otro hombre se acerca al bebedero. Desprolijo, barbudo,  tiene unos anteojos de marcos grandes, alpargatas de lona gastadas, pulóver de rombos con agujeros y camisa blanca de mangas largas. Se inclina  a tomar agua,  apoya los labios en la canilla, sostiene sus manos en las rodillas, toma agua dos veces y se retira. Yo también voy  recorrer el parque.
Feria del libro (entrando por la avenida Rivadavia): a la derecha está el pasaje peatonal, las mesas de cemento dividen parte del mismo con la feria. Antes de la propiamente dicha feria del libro hay un puesto de panchos. Carrito rojo, heladera, sombrilla verde, tres frascos de aderezos – amarillo, blanco y rojo–, un taper con papas fritas pequeñas, seis gaseosas, servilletas de papel, la olla, pan y salchichas. El vendedor habla con otro puestero. Detrás está la reja que tiene un cartel que indica el principio de la feria. No hay casi gente que la  recorra, está dividida en varias partes, sólo tomo apuntes de algunos puestos.
  Puestos de revistas: viejas, de rock, arquitectura, historia, fotografía, deportivas, literarias, femeninas, humor, chismes, etc. Carteles que denominan los puestos e indican los tipos de textos que venden y/ ó  compran.  Textos primarios, secundarios, terciarios, en ingles.
Mesas de  con cajas de ofertas: libros de novelas de acción y románticas, cuentos, de autoayuda, científicos, populares, best seller.
Algunos autores de libros de la primera fila: Felipe Pigna, Stephen King, Anne Rice, Roberto Pettinato, Voltaire, Sabato, Casona, Kafka.
En los puestos del medio predominan los VCD‘s, juegos, películas grabadas, CD’s originales y grabados, nuevos y usados, DVD’s musicales, Mp3’s, carpetas de presentación de discografías y películas nacionales e internacionales.
Por último, camino hasta unas escaleras que están sobre Rivadavia a la altura de la parroquia: Nuestra Señora de Caacupé. Atrás mío  están las rejas que cercan todo el parque. La mitad de los escalones están cubiertos por  la sombra del árbol de tronco inclinado sostenido con un palo de  hierro. En la vereda: una tela estirada. Diversos objetos a la venta sin precios indicados: collares de piedritas brillantes y coloridas, de semillas, de porotos, de hilos tejidos, con metal y  sin metal. De distintos tamaños: largos, cortos, anchos y finos. Además hay pulseras, tobilleras, pipas y aros. El vendedor está conversando con una señora que se queja de la brigada. Sólo hay cinco  puestos –mantas estiradas sobre el suelo–  de ventas sobre la avenida.  
 Por la avenida: (corta el semáforo) un auto gris, dos bicicletas, dos colectivos de la línea 132, una camioneta, otro colectivo de la línea 5 y  una moto. Luz verde, arrancan todos y  pasa una bicicleta a contramano.
Es  mediodía, el apetito es grande, me voy a comer. Hora de mi almuerzo.


Deborah Valado //2007