Escucho la alarma del celular, detrás de las cortinas percibo que llueve.Abro los ojos, lo primero
que veo son las teclas casi rotas, las presiono y vuelvo a encerrarme en el
sueño. Me imagino las actividades pendientes que me esperan y ya
desespero. Trato de focalizar la mente en aguas termales, en playas paradisíacas,
pero nada, absolutamente nada, me extrapola de la rutina. Resignado salto de
la cama. Voy directo al botón de encendido de la notebook, lo aprieto y recién
al ver los primeros caracteres emprendo camino al baño.
Dichas acciones se reiteran a lo largo de toda la semana. Ya no me cuestiono sí están bien o mal, sólo las hago como parte del sistema en el cual habito. Difícil sería escapar de las mañanas si quisiera ser un hombre respetable de oficina. Difícil sería que no sintiera hastío y no lo camuflara en billetes de colores.
Dichas acciones se reiteran a lo largo de toda la semana. Ya no me cuestiono sí están bien o mal, sólo las hago como parte del sistema en el cual habito. Difícil sería escapar de las mañanas si quisiera ser un hombre respetable de oficina. Difícil sería que no sintiera hastío y no lo camuflara en billetes de colores.
Deborah Valado // Octubre 2011
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