Atravesar otros caminos, aquellos que no estaban marcados en
nuestro mapa. ¿Cuánto del miedo nos oculta al otro? ¿Cuánto de no asumirnos
responsables del cuidado de los afectos nos impulsa al estallido? ¿Cuánto aún
nos debemos para amar?
Había salido de una cursada, cansada de una jornada de más
de 12 horas fuera de casa, llena de luces y sombras de tareas, con el cuerpo en
automático, palabras más que sueltas en una descarga inconstante. Apresurada
entré en el auto. Estaba él esperándome para ir a cenar. Apenas lo saludé, me
abroché el cinturón de seguridad, dejé caer mi peso. Sólo atinó a decirme que estaba ahí para que yo hiciera
un cable a tierra. Quedé perpleja. Esas palabras
ahorcaron mi ruido, me liberaron. De a
poco, sentí que el volumen de la música se elevaba a la par de mi respiración.
Lo miré, era quien, sin saberlo, más esperaba en la vida.
Así, una noche me volví a enamorar.
Deborah Valado // Septiembre 2018