El
tiempo se disfrazaba
eterno
pero
las aguas no traían
las
mismas piedras,
la
vida se desprendía
de
nosotros
para
convertirse en recuerdos.
Recuerdo
el campo,
los
caminos de arbustos,
el
desierto entre casa y casa,
la
vida de la mano a mi muñeca,
las
siestas de los ancianos,
las
sonrisas en mi paraíso,
las
lágrimas de la muerte.
Deborah Valado // Marzo 2012