Nos
trepábamos
a
la casita del árbol.
Allí
brotaban
las
historias de terror sobre
los
niños muertos,
las
señoras de las bolsas,
los
fantasmas del pasado,
los
sauces tristes.
Un
día, alguno de nosotros
no
soportó el propio temblor
y se desvaneció por la cornisa.
Nunca
más nuestras voces
pronunciaron
su nombre.
Deborah Valado // Marzo 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario