viernes, 17 de junio de 2011

Día de clase

 
       Creyó guardarse en un capullo. Pero todavía estaba anotando los apuntes de la clase de arte. Plana a la situación, opuesta a la luz reflejada. Ese espacio se demarcaba por las sillas puestas en hileras. Escribía cada vez más rápido; esa dinámica  había nacido del interior del sueño pisado.
El conflicto parecía ser la relación grupal. No lograba establecer diálogos oportunos. Ni tal vez  mirar al resto de sus compañeros. Aunque esos distanciamientos no eran los mismos dentro de enfoques cercanos. Al alejarse  se olvidaba de esos nudos y una vez más era ella. Sin embargo, le parecía tarde. El sol estaba cayendo. Su sonrisa  se había dilatado en la terraza. Seguía observando el pizarrón. Escuchaba las teorías de la profesora. Tomaba la mano y le pasaban el mate. Calmaba la pizca de sal de galletitas anteriores. Pensó dos segundos en él. Volvió al tema circulante.  Encendieron el video. Una película nunca vista acotaría a su mirada, pero no a ella. La mitad de la historia ya se había desarrollado la semana pasada. Tres minutos y ni los autos callaban su ruido. La estética de las imágenes dejaba tildados a todos. Nadie quería levantarse de las sillas, aunque se consumían sus salivas.
 El clima cambió cuando él llegó. Ella no creyó que él se sentaría a su lado. Le preguntó en voz baja de qué trataba la clase. Le mostró el cuaderno de apuntes, sonrió. Ya no importó la lejanía de los demás.
Cortaron la tensión de luz. Finalizó la hora. 

Deborah Valado ( 2005)


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