Por la mañana, no hay situación más
gratificante que despertar y encontrar la mirada del hombre que amas. Ese
instante de felicidad alcanza y sobra para dejar a un costado muchos miedos y
frustraciones que la vida también muchas veces nos hace atravesar. Entonces, a
partir de dicho momento se produce un mágico envión hacia lo trascendental de
lo que se proyecta mutuamente. Casi nos convertimos en súper héroes que pueden
volar hacia otros espacios lejos de la rutina. Pero, tampoco, siempre reina la tranquilidad, las asperezas nunca desaparecen del todo. Las voces suelen
desafinar en un destino que no se puede controlar y entonces, el mar de llantos
puede inundar la morada. Pero hay ciertas fuerzas que logran superar hasta las
heridas de los clavos más punzantes.
El camino de cada uno es un vaivén de
emociones, lo importante es vivir con plenitud cada instante que compartimos
junto al otro. No obstante, a veces pareciera que el mundo se vuelve contra lo
que soñamos, como si amar fuera un error. Y por el contrario, es una de las
cosas más lindas y vitales que tenemos y
debemos cuidar. Y es así, que reniego de aquellos que disparan sentencias malignas sobre todos nosotros que estamos felices a la
par de la persona que amamos y no nos importa más que construir juntos. No
comprendo esas habladurías que sólo demuestran egoísmos y años de disciplina
del temor a la libertad de amar. Pareciera que nos quieren educar para
encerrarnos en círculos de hipocresía y soledad, para cerrar nuestras bocas y sólo
enfocar nuestras vidas al consumo de lo superficial. Pero no! Basta de tanta
miseria de sentimientos!
Deborah Valado // Diciembre 2012