Viernes
25 de Octubre del 2007. 10 de la mañana. Cielo despejado, fuertes rayos de
sol. Parque Rivadavia, miradas, en principio, desde la
Noria Histórica, glorieta para el vulgar decir.
En el banco de cerámica de la glorieta: dos señoras
conversando. La de la derecha: descalza, reposando los pies sobre las
plantillas. Al lado, las zapatillas deportivas de cuero blanco con cordones
desatados. Tiene pelo corto, ondulado y teñido de tono caoba. Está con una
musculosa blanca y short azul. Habla acompañada de continuos gestos con las
manos. La de la izquierda: rubia, cabello hasta los hombros, bincha negra de
hilo fino, músculo negra de morley, jogging verde, campera sobre la falda,
zapatillas deportivas con resortes naranjas, de cuero blanco y detalles negros
de tela.
–Pensaba
en los chicos... – comentó la rubia. No tuvo respuestas.
La
glorieta está bien cuidada: pared pintada de blanco, sin ninguna mancha ni
escritura, ni rajaduras; las baldosas parecen enceradas, alrededor no hay ningún papel tirado, ni
hojas de los árboles más cercanos. Todo impecable está tal como el resto del
parque. El costado del escalón, donde
estoy sentada, se recubre de chapa, el suelo es de piedritas naranjas, tierra y
arenilla colorada. La placa de bronce
que está sobre la glorieta informa que fue convertida en fuente en el año 1928.
Se escucha el agua que corre por una canilla de la misma. La fuente tiene agua limpia, fondo sin
basura, pintada por dentro de celeste, afuera blanco. Sobre la pared del lado
de la fuente, arriba hay un hornero, un
farol, debajo un bronce de la fisonomía de un león con una canilla, hay otras 8 canillas, pero sólo sale agua del
costado de la pileta más chica.
Por
el paseo del centro circular de cemento: una mujer camina despacio, detiene su
mirada en el árbol, sigue su camino. Un hombre trota con auriculares puestos,
gorra blanca, short azul, zapatillas “Toppers” y musculosa amarilla.
La
mujer de al lado se retira, queda la otra sola.
Adelante,
en diagonal, el monumento al General Simón Bolívar. Pasa una chica con la
bicicleta en la mano, se acerca al bebedero
de cemento del costado de la glorieta. Sale poca agua, parece que la
canilla está oxidada. Pasa una anciana del brazo de una mujer mucho más joven,
en dirección opuesta una mujer que lleva un bebe en el changuito.
Al
costado izquierdo de la glorieta, a unos 10 metros: una palmera, grandes hojas
verdes y tronco bastante rajado, debajo un banco donde la sombra resguarda a
dos chicas que conversan. Del otro lado: un puesto de garrapiñadas junto a un kiosquito mediano.
Están cerrados. Son de chapa pintada de
verde, tienen cadenas que lo rodean y 4
ruedas de goma gastada.
Notas
generales: canto de pájaros, gente haciendo ejercicios, zapatillas deportivas,
lentes, chicas sentadas tomando sol, bancos de cemento, flores de varios
colores, toallas, mujeres caminando.
Otro
hombre se acerca al bebedero. Desprolijo, barbudo, tiene unos anteojos de marcos grandes,
alpargatas de lona gastadas, pulóver de rombos con agujeros y camisa blanca de mangas
largas. Se inclina a tomar agua, apoya los labios en la canilla, sostiene sus
manos en las rodillas, toma agua dos veces y se retira. Yo también voy recorrer el parque.
Feria
del libro (entrando por la avenida Rivadavia): a la derecha está el pasaje
peatonal, las mesas de cemento dividen parte del mismo con la feria. Antes de
la propiamente dicha feria del libro hay un puesto de panchos. Carrito rojo,
heladera, sombrilla verde, tres frascos de aderezos – amarillo, blanco y rojo–,
un taper con papas fritas pequeñas, seis gaseosas, servilletas de papel, la
olla, pan y salchichas. El vendedor habla con otro puestero. Detrás está la
reja que tiene un cartel que indica el principio de la feria. No hay casi gente
que la recorra, está dividida en varias
partes, sólo tomo apuntes de algunos puestos.
Puestos de revistas: viejas, de rock,
arquitectura, historia, fotografía, deportivas, literarias, femeninas, humor,
chismes, etc. Carteles que denominan los puestos e indican los tipos de textos
que venden y/ ó compran. Textos primarios, secundarios, terciarios, en
ingles.
Mesas
de con cajas de ofertas: libros de
novelas de acción y románticas, cuentos, de autoayuda, científicos, populares,
best seller.
Algunos
autores de libros de la primera fila: Felipe Pigna, Stephen King, Anne Rice,
Roberto Pettinato, Voltaire, Sabato, Casona, Kafka.
En
los puestos del medio predominan los VCD‘s, juegos, películas grabadas, CD’s
originales y grabados, nuevos y usados, DVD’s musicales, Mp3’s, carpetas de presentación
de discografías y películas nacionales e internacionales.
Por
último, camino hasta unas escaleras que están sobre Rivadavia a la altura de la
parroquia: Nuestra Señora de Caacupé. Atrás mío
están las rejas que cercan todo el parque. La mitad de los escalones
están cubiertos por la sombra del árbol
de tronco inclinado sostenido con un palo de
hierro. En la vereda: una tela estirada. Diversos objetos a la venta sin
precios indicados: collares de piedritas brillantes y coloridas, de semillas,
de porotos, de hilos tejidos, con metal y
sin metal. De distintos tamaños: largos, cortos, anchos y finos. Además
hay pulseras, tobilleras, pipas y aros. El vendedor está conversando con una
señora que se queja de la brigada. Sólo hay cinco puestos –mantas estiradas sobre el suelo– de ventas sobre la avenida.
Por la avenida: (corta el semáforo) un auto
gris, dos bicicletas, dos colectivos de la línea 132, una camioneta, otro
colectivo de la línea 5 y una moto. Luz
verde, arrancan todos y pasa una
bicicleta a contramano.
Es
mediodía, el apetito es grande, me voy a
comer. Hora de mi almuerzo.
Deborah Valado //2007