jueves, 10 de noviembre de 2011

Martina


Ella tan sutil y rabiosa. Detrás de cada piel escondía un nuevo enigma. Pero sus pupilas miel delataban  la  total sensibilidad.
Desprolija, sin terminaciones concretas. El orden se quedaba a  un lado de la rutina. Las mañanas se consumían en las almohadas. Las tardes podrían ser para el estudio oficial.  Y las  horas de las noches se peleaban entre guitarras, libros, cuadernos, computadoras y mucha comida. Pero nada se definía por completo. 
           Expresiones raras. Hablaba sin darse tiempo a respirar. Aunque entre mates ajenos no podía ni gesticular los labios. Esas contradicciones la apartaban del complejo mundo social. Oscilaba entre  la hipocresía o ser natural y optar alejarse un rato más. La pantalla quedaba blanca y se enfrentaba sola a cada acto.   Los ritmos eran muy diferentes.  Ante los hechos  desaparecían las líneas del tiempo. Pero el futuro siempre parecía esperarla. En sí, nadie podría  evitarlo, salvo con tres tiros.
            Alguna vez recordó  de nuevo su  juventud. Sin embargo, prefirió seguir corriendo. Ella sabía que no era posible la vuelta; esas imágenes quemarían también la etapa presente. Debía enfrentarse con el cuerpo de mujer. Aceptarse en un nuevo punto de vista, sin refregar los viejos hechos. La maduración de su propio árbol, todavía no daba indicio. Los caprichos seguían regando sus raíces.
             A menudo, se perdía para volver a encontrarse con sorpresas. Estaba, como todos, en un eterno aprendizaje.  Pero se obstaculizaba  de palabras ajenas. Entre tantos imperativos, no podía ni escuchar sus propios auxilios. El mundo externo se canalizaba ahuyentando su instinto. Ahí volvía a retroceder. Eran los mismos  pensamientos, los que inventaban barreras.
           Ella tan hermosa y aislada en su mente, no se reconocía entre sus  labios finos, cintura moldeada, cadera angosta y largas piernas. Sus  protestas insistían  en la moda del momento. Aunque, el descuido no era de tal envergadura  que afectara dicho físico.  Había semanas donde la dieta era pura exclusividad. Balanzas absurdas que competían con un espejo mental. Pero todo volvía a ser natural, y otra vez  aparecían los gustos. Aunque muy a menudo  la atacaban  los ejércitos de delirios.

Deborah Valado// 2008 

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