Ella tan
sutil y rabiosa. Detrás de cada piel escondía un nuevo enigma. Pero
sus pupilas miel delataban la total sensibilidad.
Desprolija,
sin terminaciones concretas. El orden se quedaba a un lado de la rutina. Las mañanas se
consumían en las almohadas. Las tardes podrían ser para el estudio
oficial. Y las horas de las noches se peleaban entre
guitarras, libros, cuadernos, computadoras y mucha comida. Pero nada se definía
por completo.
Expresiones raras. Hablaba sin darse tiempo a respirar. Aunque entre
mates ajenos no podía ni gesticular los labios. Esas contradicciones la
apartaban del complejo mundo social. Oscilaba entre la hipocresía o ser natural y optar alejarse
un rato más. La pantalla quedaba blanca y se enfrentaba sola a cada acto. Los ritmos eran muy diferentes. Ante los hechos desaparecían las líneas del tiempo. Pero el
futuro siempre parecía esperarla. En sí, nadie podría evitarlo, salvo con tres tiros.
Alguna vez recordó de nuevo
su juventud. Sin embargo, prefirió
seguir corriendo. Ella sabía que no era posible la vuelta; esas imágenes
quemarían también la etapa presente. Debía enfrentarse con el cuerpo de mujer.
Aceptarse en un nuevo punto de vista, sin refregar los viejos hechos. La
maduración de su propio árbol, todavía no daba indicio. Los caprichos seguían
regando sus raíces.
A menudo, se perdía para volver a encontrarse con sorpresas. Estaba,
como todos, en un eterno aprendizaje.
Pero se obstaculizaba de palabras
ajenas. Entre tantos imperativos, no podía ni escuchar sus propios auxilios. El
mundo externo se canalizaba ahuyentando su instinto. Ahí volvía a retroceder.
Eran los mismos pensamientos, los que
inventaban barreras.
Ella tan hermosa y aislada en su mente, no se reconocía entre sus labios finos, cintura moldeada, cadera
angosta y largas piernas. Sus protestas
insistían en la moda del momento.
Aunque, el descuido no era de tal envergadura
que afectara dicho físico. Había
semanas donde la dieta era pura exclusividad. Balanzas absurdas que competían
con un espejo mental. Pero todo volvía a ser natural, y otra vez aparecían los gustos. Aunque muy a
menudo la atacaban los ejércitos de delirios.
Deborah Valado// 2008
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