Su ojo me
quería comer.
¡Sí, me
quería comer cual un carnívoro en la selva!
Yo lo observaba
deseoso, feroz, penetrante.
Crecían las
ramas por donde su ojo dirigía el viaje,
la mirada
se trasladaba cada vez más cerca.
Del centro
al infinito,
del punto
del horizonte al encuentro con mi cuerpo,
su ojo me
quería comer.
Deborah Valado // Marzo 2012
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