martes, 11 de septiembre de 2012

Acerca de esas chetas, derivaciones ocasionales y algunas cosas más!




Anoche estaba releyendo una publicación del año pasado de la revista “Caras y Caretas”. Hasta ahí, todo normal,  la lectura era  entretenida y además tenía  la cotidiana culpa de no estar con textos de la facultad. En fin, son vacaciones – me digo para  disfrutar más el momento–, ergo, mi tiempo se convierte en un envase que lo lleno o lo vacio más a gusto sin tanto pensar  y dando  ya por  hecho que  me alejo – y ahora más que nunca en todos los casos de posible elección–   de personas /situaciones/espacios que no me son amenos. Hasta ahí, insisto, todo normal. Nada parecía irrumpir la música que sonaba de fondo, mi atención fluctuaba sin ruidos puntuales. Pero,  la eterna tranquilidad, la cálida musicalidad de ciertos discursos sólo lleva a terrenos muertos. Tal vez por ello, es que siempre hay  asuntos que me inquietan y  me resuenan para sacar un poco más el polvo que cubre mi historia,  mi contexto.  No logro aún descifrar mis modos de entendimientos, casi siempre, alguno me dice que tengo una lógica distinta, rara, pero de algún modo me gustan  esas relaciones extrañas que hago, no obstante, no descarto reever muchas cuestiones  en algún tiempo. Pero, mientras, sin tantas vueltas más,  comparto el fragmento  - que me desvirtuó la normalidad de la noche - de la nota “ Si Evita viviera” de Felipe Piña  refiriéndose – justamente–   a Evita que  ejemplifica de manera notable  la cuestión del odio  / de la violencia que se genera en el enfrentamiento de los sujetos de distintas posiciones socio- económicas  y mucho más cuando el sujeto de mayor capital al ostentar su poder denigra al otro que no está en su misma – valga la redundancia – posición : “Soportó en varias fiestas patrias la dádiva de las señoras respetables que le acariciaban la cabeza con cierta prevención. Ahí empezó a odiarlas.”
Y no sólo ello, porque del odio devine la potencia y dicha potencia se resuelve en los hechos y en esos hechos  se vislumbra la venganza  que  reivindica el lugar de uno y de los demás que padecieron el desprecio. Tal vez haya una generalización,  son personas individuales las que pueden llegar a maltratar, pero allí por debajo hay una estructura social que se sigue reproduciendo a la par de una super estructura  en donde se disputan los principios, valores, morales que por lo general  hacen que los demás iguales sigan esa misma línea de humillar a los demás: más adelante: ““Fue  poderosa y se vengó con la minuciosidad de los sufridos” .
Yendo al grano de lo que me inquietó, más bien, me recordó  a algunas situaciones que había escuchado en mi clase de teatro y que de chica había vivido y que, recién ahora, logro desentrañar el por qué mi siempre antipatía, mala onda, rechazo con esa categoría / etiqueta social: “cheta”. Desde luego, puede ser un simple capricho, un prejuicio, no lo sé, pero casi todo indica que no lo es, y apuesto a que la posible respuesta se halle allá en mi infancia. 

(Continuará...)

Deborah Valado // Julio 2012

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