Anoche estaba releyendo una publicación del año pasado de la revista
“Caras y Caretas”. Hasta ahí, todo normal,
la lectura era entretenida y además
tenía la cotidiana culpa de no estar con
textos de la facultad. En fin, son vacaciones – me digo para disfrutar más el momento–, ergo, mi tiempo se
convierte en un envase que lo lleno o lo vacio más a gusto sin tanto pensar y dando
ya por hecho que me alejo – y ahora más que nunca en todos los
casos de posible elección– de personas
/situaciones/espacios que no me son amenos. Hasta ahí, insisto, todo normal.
Nada parecía irrumpir la música que sonaba de fondo, mi atención fluctuaba sin
ruidos puntuales. Pero, la eterna
tranquilidad, la cálida musicalidad de ciertos discursos sólo lleva a terrenos
muertos. Tal vez por ello, es que siempre hay
asuntos que me inquietan y me
resuenan para sacar un poco más el polvo que cubre mi historia, mi contexto.
No logro aún descifrar mis modos de entendimientos, casi siempre, alguno
me dice que tengo una lógica distinta, rara, pero de algún modo me gustan esas relaciones extrañas que hago, no
obstante, no descarto reever muchas cuestiones
en algún tiempo. Pero, mientras, sin tantas vueltas más, comparto el fragmento - que me desvirtuó la normalidad de la noche -
de la nota “ Si Evita viviera” de Felipe Piña
refiriéndose – justamente– a Evita que
ejemplifica de manera notable la
cuestión del odio / de la violencia que
se genera en el enfrentamiento de los sujetos de distintas posiciones socio-
económicas y mucho más cuando el sujeto
de mayor capital al ostentar su poder denigra al otro que no está en su misma –
valga la redundancia – posición : “Soportó
en varias fiestas patrias la dádiva de las señoras respetables que le
acariciaban la cabeza con cierta prevención. Ahí empezó a odiarlas.”
Y no sólo ello, porque del odio devine la potencia y dicha potencia se
resuelve en los hechos y en esos hechos se
vislumbra la venganza que reivindica el lugar de uno y de los demás que
padecieron el desprecio. Tal vez haya una generalización, son personas individuales las que pueden
llegar a maltratar, pero allí por debajo hay una estructura social que se sigue
reproduciendo a la par de una super estructura en donde se disputan los principios, valores, morales
que por lo general hacen que los demás
iguales sigan esa misma línea de humillar a los demás: más adelante: ““Fue
poderosa y se vengó con la minuciosidad de los sufridos” .
Yendo al grano de lo que me inquietó, más bien, me recordó a algunas situaciones que había escuchado en
mi clase de teatro y que de chica había vivido y que, recién ahora, logro
desentrañar el por qué mi siempre antipatía, mala onda, rechazo con esa categoría
/ etiqueta social: “cheta”. Desde luego, puede ser un simple capricho, un prejuicio,
no lo sé, pero casi todo indica que no lo es, y apuesto a que la posible
respuesta se halle allá en mi infancia.
(Continuará...)
Deborah Valado // Julio 2012
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