El deseo
recorrió
nuestras
pieles,
nos
entregó
a la
libertad de sentir.
Los muros
desaparecieron,
devinimos
en seres pasionales,
en pétalos
florecientes.
Despegamos
al infinito
a través
de los besos.
Nos
dejamos llevar
por el
júbilo del goce.
No fuimos
más
conciencias,
fuimos
cuerpos
en
plenitud.
Yo era
tuya, vos eras mío.
Nos
pertenecimos en
ese
aliento intenso y fugaz.
Deborah Valado //
Febrero 2012
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