Yo estaba
habituada
a estar en
la cama
mirar el techo
dar un
giro de 90 grados y
reencontrar
tu cuerpo tendido
como un
animal sigiloso
acariciar
tu piel con mis pechos de pluma
gozar el
placer de sentirte mío.
El sexo
nos cobijaba
del mundo opuesto
a nuestras
caracolas con pedazos de mar
en donde nadábamos
hacia la libertad.
Nuestros espíritus
siempre volaban
se convertían
en halos primaverales
florecían
en cada obra de arte
daban nuevas vidas.
Sí, amor,
eso era
lo que vivíamos
pero en un
rapto de desesperación
te ahogué entre
las corrientes del mar
y ahora que observo mi alrededor
encuentro que
en esta cama
sólo hay un
intrépido vacío
un
infinito escalonado
hacia otro
vacío.
Deborah Valado // Marzo
2012
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