Y los
ladridos
me llaman
para que
no entre
en el laberinto
de mis
fobias.
Cierro los
ojos
y veo a los fantasmas
que no
quieren huir.
Los abro y
de nuevo pasa
el
maratonista que corre
para
silenciar a su libido.
Más
adelante un niño
corre tras
una pelota,
regresa
con la victoria
entre sus
piernas.
“¡Cierra
el parque!”, grita el guardia.
De este
lado de las rejas
el césped continúa
siendo libre.
Se acerca
un vendedor ambulante,
le excuso
que salí sin la billetera.
Las hojas
se mueven,
pero aún
no siento la brisa,
parece que
me ahogo
en
lágrimas internas.
Casi todos
caminan de la mano,
el amor se
multiplica
en esos
lazos que sonríen.
Un chico
comienza
a solfear
unas notas,
posa su
boca en la punta del instrumento
y fluyen
las melodías
que me invitan
a bailar.
Mis pies
bailan ya,
el cuerpo
se levanta y
se
embriaga con la música,
la libertad
dirige a mis movimientos,
el espacio
se hace celestial,
cae nevisca
sobre mi ser,
vuelvo al infernal
invierno.
Deborah Valado // Febrero 2012
el maratonista que corre para silenciar su libido, es genial... pero yo a veces me pregunto ante observaciones similares si no será un prejuicio. Porque tengo una conocida que corre como loca y garcha como loca...
ResponderEliminarUn amigo me dijo que hacía eso cuando no encontraba a una mina para cojerse ... por eso se me vino a la mente! ja hay de todo y para todos!
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