jueves, 22 de marzo de 2012

Atardecer




Y los ladridos
me llaman para que
no entre en el laberinto
de mis fobias.
Cierro los ojos
 y veo a los fantasmas
que no quieren huir.
Los abro y de nuevo pasa
el maratonista que corre
para silenciar a su libido.
Más adelante un niño
corre tras una pelota,
regresa con la victoria
entre sus piernas.
“¡Cierra el parque!”, grita el guardia.
De este lado de las rejas
el césped continúa siendo libre.
Se acerca un vendedor ambulante,
le excuso que salí sin la billetera.
Las hojas se mueven,
pero aún no siento la brisa,
parece que me ahogo
en lágrimas internas.
Casi todos caminan de la mano,
el amor se multiplica
en esos lazos que sonríen.
Un chico comienza
a solfear unas notas,
posa su boca en la punta del instrumento
y fluyen las melodías
que me invitan a bailar.
Mis pies bailan ya,
el cuerpo se levanta y
se embriaga con la música,
la libertad dirige a mis movimientos,
el espacio se hace celestial,
cae nevisca sobre mi ser,
vuelvo al infernal invierno.


Deborah Valado // Febrero 2012

2 comentarios:

  1. el maratonista que corre para silenciar su libido, es genial... pero yo a veces me pregunto ante observaciones similares si no será un prejuicio. Porque tengo una conocida que corre como loca y garcha como loca...

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  2. Un amigo me dijo que hacía eso cuando no encontraba a una mina para cojerse ... por eso se me vino a la mente! ja hay de todo y para todos!

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