Aquello de
lo que queremos escapar y, aún así, no queremos. Esa contradicción de ser,
parecer, querer ser y al final no ser. Todo un trabalenguas que busca sentido
allá donde lo simple debería emerger de una vez. Ante la
ausencia de la pregunta ¿te gusta? , los pasos se vuelven cada vez más automáticos
recorriendo la misma línea que tus padres, tus pares, tus antecesores, delimitaron. Y allí te encontras, una vez más,
bajo un mandato lejano a tu ánima. Pero, ¿cuál es el ánima de cada uno? ¿Acaso
están libres de toda maldita construcción? No puedo saber muchas cosas, y ya
debería a empezar a preguntarme menos y a accionar más. A abandonar esas ideas preconcebidas
y lazarme un poco más a la vida. Pero en esa vida, llena de errores a veces me
siento abandonada por los otros que yo no esperaba que lo hicieran. Es la
espera, lo que duele, lo que marchita. Pero, esa fácil resignación al dolor, a
la constante melancolía es el propio abandono a uno mismo. Esas tres caras del abandono terminan
repercutiendo a la hora de la cena
frente al plato de sopa fría y el ruido de los cubiertos luego del último bocado,
pero tampoco hacemos algo, sólo prendemos el televisor y la vida parece
continuar.
Deborah Valado // Abril 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario