A la hora
de la siesta nos volvíamos invisibles
para robar
los caramelos y darles vidas a nuestros paladares
Danzábamos
en rondas de chocolates
Sentíamos
la felicidad a través de los sabores
Las
palabras se estancaban en la garganta
La lengua
sólo lamía el dulce de los labios.
Deborah Valado // Marzo 2012
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