martes, 29 de mayo de 2012

Las sirenas


Se escuchan las sirenas de un patrullero (Fade Out). Él  está recostado sobre una bolsa de dormir, se levanta.
            -Sé que las sirenas no son más las del mar, bellas, seductoras. Ellos me están buscando. Antes de ayer los bomberos llamaron a la policía. Todavía no me puedo perdonar no bajar esa maldita perilla, al volver la luz, miles de watt quemaron la casa,  y esas plantas que me daban vida, dieron muerte. (Pausa)  ¡Basta! (Se golpea la cabeza con los puños) ¿Hasta cuándo voy a escuchar esas sirenas?  Si no nos hubiéramos ido de casa, tal vez otro hubiera sido el viaje, un viaje sin retorno, nos hubiéramos asfixiado allá arriba en la habitación, tal vez yo me hubiera salvado, pero ella tan chiquita  no, y ahí sí hubiera sido la carga eterna, mi vida se hubiera ido de otra manera, debo pensar en eso  -su salvación- para no quebrarme más. Ya cinco minutos se hacen eternos, se fue a buscar sus cosas para el viaje de mañana a Rosario y el  vacío se agranda con su silencio. Es la segunda noche que estamos en esta oficina. Por la mañana  me sentía una bestia a su lado, ella lloraba desconsolada y me abrazaba muy fuerte a la vez que repetía que yo era eternamente suyo, yo sólo le pude contestar  que ella debía  dejar a toda su familia para construir una conmigo, ella no dudó en responderme que sí lo haría a cambio que yo le prometiera nunca más plantar ninguna semillita de marihuana. Estaba muy perturbado, en ese momento me  volvía el recuerdo de llegar con el auto  a la puerta de la casa, ver por la ventanilla el rostro del policía, sentir mi fin cuando escuché que nos teníamos que bajar, pero, por esas cosas extrañas, nos terminó dejando ir sin dar cuenta de nada. Sí las constelaciones sobre el policía hubieran querido yo sé esta noche hubiera estado entre rejas,  pero acá estoy, al menos  prófugo.  (Se abraza, siente temblor) ¡No, no y no! ¿Cómo la desgracia se posa en mi vida una y otra vez?  Todos los malos recuerdos vuelven para pelearme con Dios. Creía que la muerte ya me había visitado en el último viaje al sur, pero luego desperté en  la sala de terapia intensiva. Mamá  estaba sentada a mi lado, era papá el que había fallecido, su última risa había sido conmigo, ese camión a contramano luego se la llevó. (Pausa) Ahora, acá, esas sirenas vuelven una y otra vez, no puedo pensar que es peor, acá la libertad es igual a mi vida. Los del juzgado se reían,  “…qué mala suerte la del pibe de las plantas, justo se incendia la casa y el buchón del bombero lo delata.”, decían. Pero, mientras mi sangre hierve, mi foto está en las pantallas de todas las comisarias, soy un cartel con pedido de captura por plantar para mí, por esas burocracias de feriados judiciales y coimas de guantes blancos. Mañana por la mañana, Rosario nos espera. Pero, si ella se cansó de mis humillaciones, si no vuelve ahora, si se arrepintió, me muero, no la puedo llamar a ningún lugar. Sólo ruego que no.  Ella es la única que está, es la única que carga esa angustia ajena, la hace propia y llora a mi lado. Le pedí casamiento, se me rió en la cara, no me creyó, igual, ¿cómo podría creerle a un monstruo como yo que la maltrata? Pero la amo, se lo dije. (Pausa) Y vuelven las sirenas, los patrulleros parecen estar cada vez más cerca, una sola noche más y nada más tengo que soportar y mañana estaremos  lejos  donde yo no sea más yo, donde  mi nombre se pulverice en el recuerdo y la vida comience de nuevo. Papá, ¿vos me escuchas?  Necesito que lo hagas, que me ayudes a salir de la tormenta de las sirenas (da una vuelta sobre su mismo eje observando para todos lados y se va buscando al papá).- 

Deborah Valado // Abril 2012 
                                                      

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