De chica, cada vez que me quejaba de
algo, me decían que estaba loca, que tenía que callarme y aceptar el orden
establecido. Al pasar los años, la categoría de loca me fue adjudicada por
accionar de acuerdo a lo señalado lo como no común. Siempre me pregunté cuál sería
el límite entre la realidad y el juego
de la vida. Podría entrar en un
verdadero estado de esquizofrenia al no poder reconocerlo, tal vez, debo ya
aceptar que nada es un juego. Por otro lado, la constante búsqueda de poder
sentir entrelazada con la maldita constante de pensarlo todo hizo que mi ánima
colapsará en un río de incertidumbres. Actualmente, trato de que todo fluya lo
más que se pueda, pero me es más que difícil escaparle al techo de estructuras
que han puesto sobre mí. Tal vez, sea miedo, tal vez, angustia al cambio. No lo
sé. Más allá de todo, creo que el arte es la manera más sana de liberarnos, de
poder decir aquello que no se debe según ciertos parámetros conservadores. Y
pensando, no sólo desde un lugar de descarga personal, articular las acciones
de uno con el resto de la comunidad es lo que, en verdad, nos va a generar mayor satisfacción, ergo, no lo considero tan malo empezar a ver a la política como una herramienta para una
mayor transformación social.
Deborah Valado // Agosto 2012
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