Esa
obsesión de los poetas de raptar las palabras del árbol de la vida,
de extirpar
la sabia más amarga para pintar
un paisaje
oscuro que encante a la tristeza del alma,
esa mirada
que encandila tus ojos para volverte más amigo,
esos
tiempos en donde los tragos son los mediadores de nuestras conversaciones
para no
caer al vacío de lo solemne,
esas
mentiras que rozan tus labios
para suavizar
los bordes de la distancia,
esa
estructura maniqueísta que ponderan los obtusos
para
encapsularnos cada vez más,
ese
desencuentro en la sábana ajena
por no
escuchar los entre de las pieles,
ese mundo
que construyo con mis voces
es el que
abarco con estos vocablos,
me
silencio, escucho al mar, otra vez,
vuelvo a
ser ese gnomo que hurta palabras.
Deborah Valado // Agosto 2012
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