Despertarse,
enfrentarse
al espejo,
ver los mismos ojos,
el mismo
rostro,
saber que
día a día, el cuerpo,
ese envase
misterioso,
seguiría
siendo el mismo, aunque
creciera
más y tuviera el doble de marcas,
una seguiría
siendo la misma, aunque
no lo
creyera,
pero la
mirada sí cambiaría,
entonces, una
se volvería extranjera,
cada vez
más se alejaría de esa infancia
resguardada
del verdadero caos,
en donde
el tiempo era todo entero
para jugar
y probar,
probar
mieles,
probar
pecados.
Deborah Valado // Mayo 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario