El
balanceo de la hamaca
quebró la
rama,
nos caímos
al lodo,
éramos
como puercas
revolcándonos
en la propia suciedad,
pero éramos
niñas que teníamos
que
ocultar esa liberadora parte negra,
alma cedida
al diablo,
alma entre
mareas de rebeldía.
La mirada
de mamá
dio
sentencia de muerte
a nuestra
travesura,
tuvimos
que disculparnos,
aunque,
por dentro,
sólo
queríamos volver a la tierra,
volver a
ser salvajes.
Deborah Valado // Mayo 2012
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