Un cumpleaños, otro más que se suma
al calendario de la vida más cercana a la muerte. Todos venimos del acuario de
mamá, pero aún no sabemos bien a qué nuevo espacio iremos. En el medio, la
vida. Algunos sólo pasan las horas, otros las exprimen para sacarle mejor jugo.
No siempre me gustaron los festejos,
no quería creer en las burbujas de champaña barata que ocultaban las demás
miserias. Tal vez por ello, le negué el festejo de mis 15 a mi mamá. Y digo que se lo
negué porque sólo ella era quien lo ansiaba desde sus venas. Ansiaba ese velo
blanco sobre mí, esas mantelerías llenas de comidas que cubrían las mesas, esa
torta que escalaba al cielo, esos parientes embriagados diciéndote que eras una
doncella –y realmente lo eras, pero los cuentos ya habían finalizado– .
Aunque, hubo otros años que sí
realmente estaba esperando soplar las velitas y pedir tres deseos. En dichas
oportunidades, igualmente, prefería recluirme con los verdaderos afectos, nada
de extras para aparentar la imagen del millón de amigos de Roberto Carlos.
Ahora, cercana a mis 26 años de edad
según lo sellado en el DNI, no sé bien que espero, por un lado están los miedos
–de siempre– al vacío, por el otro, al
hacinamiento.
Este próximo 10 de julio va a comenzar un nuevo año – para mí–, justo a mitad del calendario oficial, sé que todo seguirá, los autos no van a parar, la gente no va a dejar de salir a la calle, pero para mí ese día quedará inmovilizado como una fotografía más del álbum interior. Mientras tanto, no quiero pensar demasiado hasta paralizarme, igual me paro dos segundos para mirar alrededor y reconfirmo que sólo me queda seguir experimentando, no más!
Este próximo 10 de julio va a comenzar un nuevo año – para mí–, justo a mitad del calendario oficial, sé que todo seguirá, los autos no van a parar, la gente no va a dejar de salir a la calle, pero para mí ese día quedará inmovilizado como una fotografía más del álbum interior. Mientras tanto, no quiero pensar demasiado hasta paralizarme, igual me paro dos segundos para mirar alrededor y reconfirmo que sólo me queda seguir experimentando, no más!
Deborah Valado // Junio 2012
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