Nos divertíamos,
éramos abejas
regocijándonos en el polen
de las flores.
Éramos lobos
que perseguíamos
las presas más sabrosas.
Éramos dos orangutanes
que saltaban de un gomero a otro.
Éramos los elefantes que tenían
orejas para volar.
Éramos los hipopótamos que
abrían sus bocas para los dulces
del zoológico.
Éramos lechuzas que
no querían dormirse.
Éramos koalas que
amaban a los árboles.
Éramos perros
que corrían en las plazas.
¿Cómo antes no nos animábamos a soñar?
Deborah Valado // Febrero 2012
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