Me despierto distinta a las nubes. No
oculto ese brillo. Desalineo las escasas páginas del libro perdido. Cada encrucijada
advierte un nuevo vértigo. Bifurco el crepúsculo y las llamas del alma. No
interfiero el vuelo. Tus palabras indican el camino. No confieso mi ayer, sólo
me entrego.
El sol bosqueja el rostro. La lejana
ciudad ya no escucha los latidos. Sobre la hoja destierro nuestra piel. Diseño
las sombras. La brisa se va y vuelven las olas. Las fantasías coquetean entre
las rocas. Observo el juego y las rapto en mi mente, sus cenizas tiñen las próximas
historias.
La abstracción figura desde los
pasajes más distantes. Esta noche y todas las demás, escribir podría ser la
mejor fiesta antes que enfrentar la desmesurada realidad. El mandato está
dictado: soy escritor, adopto las letras para exprimir los jugos del arte
de vivir, vivo a través de ellas, como
así también mis otros personajes.
Deborah Valado //
Febrero 2003
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